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Entonces dijo a sus discípulos que le tuvieran siempre lista la barca, para evitar que la multitud lo oprimiera, 10 pues, como había sanado a muchos, todos los que tenían plagas se echaban sobre él para tocarlo. 11 Y los espíritus impuros, al verlo, se postraban delante de él y gritaban:

—¡Tú eres el Hijo de Dios!

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